Esta mañana encontré a la venta fresas. Sí, digo bien, fresas, no fresones. Ya sabéis que hay una gran diferencia entre el sabor de la fresa y del fresón. Me gustan mucho más las fresas, como a casi todo el mundo. Son más chiquitas pero tienen un sabor mucho más intenso que los fresones, menos dulzonas, más sabrosas, incluso con un punto ácido. Me parecen deliciosas así que compré una bandeja con la idea de hacer una charlotte pero, una vez en casa, se me ocurrió tomar unas cuántas fresas y presentarlas así, bañadas en chocolate negro para el postre de hoy. Son bien lucidas y no pueden ser más fáciles de hacer. Pero sobretodo la unión de dos sabores tan deliciosos como las fresas y el chocolate... son para ir al infierno directamente sin pasar por el purgatorio.
Quedan tan bonitas y están tan ricas que bien pueden valer para meterlas en papelitos de madalenas mini, dentro de una cajita linda y que sirvan de regalo cuando vamos de visitas a casa de los amigos o familiares. Deberían ir muy bien refrigeradas durante el transporte. Claro.